martes, 8 de diciembre de 2009

A tu maestro

Porque me rescataste de mi misma,
cuando me ahogaba irremediablemente
en la desesperación y la agonía, apareciste.
Tocaba fondo, pero aferrada a ti floté fortalecida.

Porque me viste, dejé de ser invisible
y no tuve que forzar ni una sonrisa.
Me reflejaba yo misma en tu mirada,
desnuda de complejos e irresistible.

Porque me escuchaste, me devolviste a la vida
y contigo descubrí lo mucho que valía.
Quizá por importante, me importé a mi misma.

Porque ignoras tal vez lo que significa tu presencia,
y por tu desinteresada afición a mi existencia.
Por el deseo que contienes y el amor que entierras.

Por todo, creo en ti y te convierto en dios,
En mi única y más pragmática religión.

Te adoro y profeso infinita y eterna devoción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario