martes, 2 de marzo de 2010

Salta y fluye, no temas el cambio

Sí como dijo Heráclito y Parménides: "Todo fluye, nada permanece" ¿Por qué nos da tanto vértigo movernos a veces? En lugar de dejarnos fluir, muchas veces intentamos ir contra corriente y agarrarnos a la maleza con tal de no desembocar en un mar distinto.

Todos hemos sentido el miedo al cambio. Dejar a alguién, que nos dejen, que nos despidan, un cambio de colegio, la primera vez que viajamos solos al extranjero, independizarnos... Entonces, ante la incertidumbre de la nueva realidad, tu cerebro comienza a proyectar tus peores pronósticos...

¿No te ha pasado nunca que esas imágenes que proyectabas luego no se hacian realidad? Que en realidad al final aquello que tanto temías y que te quitaba el sueño no era para tanto... Fluyes y con el tiempo te das cuenta de que esa situación no era ni la mitad de lo que imaginabas y que tu angustia era desproporcionada. Los mostruos no existen, pero sí nuestros propios fantasmas. Es peor el miedo al cambio que el cambio en si mismo.

Todos somos cobardes, incluso los más valientes lo son. Todos sentimos ese gusanillo ante el abismo de una nueva situación. La diferencia entre el cobarde y el valiente es que el primero se bloquea y se agarra en justificaciones infundadas formando un fango que le sostiene y en el que se revuelca, victimizando sobre la mala suerte que tiene. El segundo sin embargo vence el vértigo y salta del trampolín, en lugar de perder la fuerza en quejas y lamentos y hundirse, mueve los brazos y las piernas, nada más rápido y consigue mejorar su situación y coger las olas.

Las rutinas son espejismos de tranquilidad, pero en lugar de eso son arenas movedizas que nos tragan. Creemos que nos protegen pero son como una pecera que impide nuestros movimientos, grilletes que nos impiden la libertad.

¿Qué ganas con aguantar a una pareja que no te hace feliz por miedo a estar sólo, o con seguir en un trabajo en el que te sientes un exclavo por miedo a no encontar otro? Anclarnos en lo malo conocido por el miedo a lo bueno por conocer sólo nos cierra puertas.

Agarrarnos a las cosas por miedo al cambio nos condena a la infelicidad. Suelta tus cadenas y atrévete: Salta y fluye.

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