Para desenamorarte de tu pareja: haz todos los días sota,
caballo y rey, no explores nuevos territorios en su piel, ni te pintes los
labios o te pongas su traje favorito, nunca envíes flores a la oficina, ni
dejes una nota en la que ponga “te quiero”, repítete como un autómata, no compartas
ningún pensamiento, historia o anécdota nueva, cuando te cuente algo húndelo, contesta
mecánicamente y critícale todo lo que puedas, sobre todo en público, hazlo con una
voz de pito que se meta en los tímpanos y chirríe dentro, pon la televisión
todos los días a la hora de la cena, si te habla, sube el volumen y chístale, pregúntale
qué quiere por su cumpleaños, ponte un pijama de franela para dormir a ser
posible con calcetines, no hagas nada a solas, rodéate de gente que llene tu
conversación, viajes en parejas, cenas en parejas, cines en parejas, trátale
como al enemigo, como si fuera el culpable de todos los problemas de la
humanidad, no le digas nada bonito, pero lanza piropos a los demás en su
presencia, ridiculízale todo lo que puedas, retrásate y no le expliques por
qué, no le calientes la cena si llega tarde, dile que su madre cocina mejor,
responde con gruñidos a sus preguntas o no respondas en absoluto, háblale de
otros amores imposibles, recuérdale lo apasionado y detallista que era cuando
os conocisteis, haz que te repugne ese lunar que antes tanto te gustaba, su
risa, su forma de caminar, como se rasca la cabeza, como mastica, su forma de
vestir, hazle la cobra si te va a besar y, por último, lo más importante, deja
de hacer el amor hasta que se os formen telarañas en los orgasmos.
En este punto, inevitablemente, os evitareis el uno al otro
hasta que uno de los dos haga por fin las maletas, cometa adulterio o tengais un hijo. Enhorabuena, el proceso de desenamoramiento se ha instalado con éxito.
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Cuadro de Lourdes Arrechea |
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