domingo, 24 de noviembre de 2013

Hoy te voy a dar una buena hostia



Ey, tú: ¿Sabes la suerte que tienes?. Seguramente no. (Si lo sabes, no sigas leyendo).

Quizá a menudo te invada un pensamiento negativo que intenta convencerte, la mayoría de las veces con éxito, de que tú te mereces otra vida, que no te mereces lo que te ha pasado, lo que te está pasando, ni lo que está por pasar. La voz te dirá:  ríndete, regocíjate en tus miserias, bien quieto, sin moverte, compadécete, envidia lo bien que le va a la gente de tu alrededor, porque, claro, para ellos la vida es un camino de rosas sin espinas… Pobre tú. 

Sé que lo que más te gustaría es que te diera unas palmaditas en la espalda y te dijera con voz consoladora: pobrecito, tu vida es una puta mierda, tú no te mereces esto,  o lo otro, o lo de más allá, que mala suerte tienes, todo tendría que ser diferente por tu cara bonita, que te mereces otra infancia, otro padre, madre, novio, novia, amante, marido, mujer, otro trabajo, casa, coche, cuerpo, pelo, ojos, hermanos. Vamos, una vida diferente.

Sinceramente, de lo que me dan ganas es de darte una buena hostia. Una hostia bien fuerte con una mano gigante bien abierta, como los guantes que salen en las películas, en los partidos de béisbol americano, una pedazo de mano de carne y hueso que se estrellara en tu cara y te dejara una buena marca en la mejilla. Tu cabeza empezaría a girar como en los dibujos animados y después, después quizá te picaría tanto que te darías cuenta y moverías el resto del cuerpo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario