domingo, 25 de agosto de 2013

Tanta sal

Me gustaría vivir cerca del mar,
como a la sirena que vuelve
por fin del exilio y necesita
secar en la arena tanta sal.
Necesito alejarme del asfalto
de los coches asesinos múltiple,
las corbatas que ahorcan,
y las noticias que se pudren
en el la nevera del televisor.
Quiero cicatrizar las heridas frías
en el agua hirviendo del océano
y a cuarenta grados, la sal en llamas.
Quiero huir de la casa de hierro
con espinas, que me impide crecer,
de las lágrimas rojas que escuecen
en la cera derretida que es mi piel,
de las madres que muerden marionetas.
Necesito dejar atrás los truenos
que anuncian el llanto de las putas.
Huir de las llagas que me cantan nanas
en clave de do antes de dormir.
Las noches vacías de sueños,
de gritos mudos, silencios sopranos
y el olor a alcohol en los alientos
de las piedras con temblores.
Tanta sal.
Quisiera vivir cerca del mar,
como una ostra que se cierra
para proteger su perla.
Flotar en el agua,
sin que me nada me importe,
ni donde me lleve la corriente,
ni si me estrellaré contra las rocas.
Me gustaría vivir cerca del mar,
levitar mi gravedad en sus aguas
suaves, como una pluma sin hierro.
Llevar la sal tan lejos como pueda
da igual dónde o si a ninguna parte,
solo lejos, lo más lejos posible.
Tanta sal.

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