Han pasado ya
setecientos treinta días
¿Puedes
creerlo?
Hoy somos un
roble que late al unísono.
¡Setecientos
treinta días!
¿Puedes
creerlo?
Me pregunto si
la tierra gira más rápido,
si acaso tú
y yo aceleramos de alguna forma
la fuerza de rotación del planeta
y por eso el
segundero centrifuga
y la arena
de mármol cae veloz.
Tan rápido, que
a veces da miedo.
Me pregunto
si tú también lo notas:
Como caen las
hojas del calendario
por el peso
de la tinta.
Setecientos
treinta días, un pestañeo.
Nos damos la
mano y pasan dos años.
Quizá porque
podemos dormir bien por la noche
con el otro
de centinela al otro lado de la cama.
Sin miedo, porque
nos sujetamos si el otro tiembla
y lamemos
las heridas si se abren.
Quizá porque
juntos no importa tanto la lluvia,
ni tememos los tornados o el vacío.
ni tememos los tornados o el vacío.
Quizá porque
nos reímos todos los días,
y no ignoramos nuestra suerte de volar un día más.
y no ignoramos nuestra suerte de volar un día más.
Quizá porque conocemos nuestros gusanos
y aún así
nos amamos, incluso aún más.
Quizá porque
nuestras raíces son fuertes,
podemos
acariciar las estrellas y perdonar terremotos.
Setecientos
treinta días unidos,
pero con
espacio, para que cada uno sea lo que quiera.
Setecientos
treinta días, un instante.
Sin segundos en la basura.
Setecientos treinta días de verdad.
Quizá por eso han pasado tan rápido,
Setecientos treinta días de verdad.
Quizá por eso han pasado tan rápido,
porque somos
felices, después de todo.
Para mi
marido, ¡feliz segundo
aniversario!
No hay comentarios:
Publicar un comentario