Te revuelcas en fango
de madrugada,
por las migajas de amor de un cerdo cualquiera.
Sueñas con tu
príncipe en caballo blanco,
pero como no llega, besas sapos
y sus lenguas te van borrando,
noche a noche.
De nada sirve que te digamos cuánto vales,
que sólo tú puedes volar.
Sigues
mendigando caricias
entre copas y polvos mágicos
que te arrastran a camas ajenas,
en las que luego te avergüenza amanecer.
De nada sirve que te digamos cuánto vales,
que sólo tú puedes volar.
El dolor sigue ahí cuando acabas.
Si no lo miras a los ojos
nunca habrá
nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario