1. Jugar
más con las palabras: inventar chistes malos.
2. Pintar
el arcoíris, sobre todo los días de lluvia.
3. No
olvidar levantar las alfombras en busca de historias.
4. Reírme
de mi y del mundo al compararlos con el universo.
5. Mirar
el mundo con ojos microscopio. Asombrarme.
6. Atrapar
en mi libreta una cosa nueva cada día y tachar un recuerdo malo.
7. Escuchar
sin interrumpir.
8. Descubrir
América.
9. Compartir
más con la gente que realmente importa y menos con los demás.
10. Parar de
vez en cuanto y disfrutar del silencio.
11. Repetir el
mantra de que todo es posible y llegar a creérmelo.
12. Volver a indignarme.
13. Pensar
cada mañana en la suerte que tengo de despertar a su lado.
14. Quitarle
seriedad a esto de la escritura, para que me deje de dar vértigo.
15. Conseguir que
los cambios o el futuro no me descoloquen.
16. Tirar el
látigo flagelador: no soy perfecta, ni falta que hace.
17. No
utilizar la palabra crisis, ni dejar que otros justifiquen con ella lo
injustificable.
18. Decir “te
quiero” a mi príncipe todos los días sin temer convertirme en calabaza.
19. Ignorar mi
imagen distorsionada en el espejo esos días...
20. Saltar en
los charcos con mis katiuskas sin que nadie me regañe.
21. Utilizar
zapatos de tacón más a menudo. (Sí, soy alta, deja de decírmelo.)
22. Comer
perdices sin anticipar el final de las cosas. Quizá a veces no acaban.
23. Escribir.
Comprometerme.
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