domingo, 30 de octubre de 2011

Volando en tiempo real…


Nos acercamos al avión que se encuentra en la pista. Uno a uno vamos subiendo en él seguidos cada uno de la persona de la que va a pender nuestra vida. Uno a uno vamos entrando en el aparato y nos sentamos en el suelo en filas de a dos, cada mochuelo con el polluelo que lleva su paracaídas. Me siento. Se sienta otra persona delante de mí. Otra al lado. Otra más en frente. Otra más a un lado. Ya estamos todos en el avión. Se cierra la única puerta y ventana que hay en el avión, como si fuera la tapa de una lata de sardinas. Un zás al correr la puerta plegable de plástico.
Se oye el ruido del motor. La hélice comienza a moverse y luego las ruedas giran sobre el asfalto. Nos movemos. No podemos ver nada a través de la puerta. Atisbo a través de los pliegues del plástico apenas un trozo de cielo y otro de tierra. Lo suficiente para saber que nos movemos. Rápido, más rápido, mucho más rápido hasta que nos alzamos del suelo y comenzamos a ascender.

Un metro, dos, tres, cuatro, quinientos, un kilómetro…
Mi monitor comienza a ajustarme el arnés. Ahora cuando se abra la puerta, recuerda, te pondrás las gafas y te acercarás conmigo de rodillas hasta la puerta, y arquearás tu cuerpo como una banana agarrando cada una de las tiras del arnés con las manos.  Dos kilómetros. Echarás la cabeza para atrás.. Dos kilómetros y medio. Y cuando saltemos seguirás en esa postura con las manos agarradas. Tres kilómetros. Hasta que te de dos golpes en el hombro. Tres kilómetros y medio. Entonces abrirás los brazos y disfrutarás…
Cuatro kilómetros de altura. Abren la puerta del avión. Veo desaparecer a la primera pareja, y otra y luego otra.  Me bajo las gafas. El hombre al que le he confiado mi vida me aprieta las gomas de la gafas. Me dice algo gracioso. Intento levantarme pero me cuesta, porque estamos enganchados y ya no controlo mi cuerpo con autonomía. Me ayuda a incorporarme. De rodillas nos vamos acercando a la puerta. La chica que va a sacarme las fotos me dice, disfruta del salto, me toca la cara y me hace sonreír. Cae otra pareja, estoy tan cerca que les veo precipitarse al vacío y desaparecer de mi vista.
Ahora soy yo la que está en la puerta. No tengo miedo. Es irreal. Veo el suelo tan lejos que no me da vértigo.  Me muerdo el labio. Algo me sube por dentro. Me dejo llevar, arqueo, agarro el arnés con mis manos, la cabeza atrás y allá vamos. Saltamos.

Estoy volando. Mi vida pende de los hilos que maneja mi monitor. Sigue la sensación irreal. No siento nada en el estómago. No noto los 200 kilómetros hora a los que se supone que estoy cayendo. Estoy flotando. Me dan dos toques en la espalda, pero no reacciono. Me dan otros dos. Ya me doy cuenta y abro las alas. Comienzo a planear. No dejo de gritar “this is awesome” “this is fucking awesome”
Soy un pájaro. Veo la tierra como si fuera el cielo. Planeo. Planeo. Planeo.
De pronto la chica que hace las fotos con un casco conectado a una especie de pajita está delante de mí. A 3.000 metros de altura. Nos cogemos las manos. Una en frente de la otra. No tengo nada de miedo. Estoy disfrutando. Me río a carcajadas. La adrenalina se dispara. El corazón me late a 200 kilómetros hora. La chica me suelta y baja más deprisa que yo. Se pone debajo, de espaldas al cielo. Y voy cayendo hacia ella. La agarro de nuevos las manos. “ Esto es la hostia, Esto es la hostiaaaaaaaaaaaaa”.
De pronto noto un tirón y vuelvo a subir un poco. Como si despertara percibo como voy acercándome al suelo, poco a poco. Planeamos con el paracaídas abierto. ¿Quieres llevarlo? Claro. Cojo con cada mano uno de los estribos. Ahora sube la mano derecha hacia arriba y la izquierda hacia abajo. De nuevo velocidad. Damos vueltas rápidamente. Ahora sube la izquierda y baja la derecha. ¿Estás bien? Sí, estoy genial. Esto es la hostia. Qué trabajo más de puta madre tienes. Sube la derecha baja la izquierda.  ¿Estás bien? Cogemos otra corriente de aire. Ahora le devuelvo el control. Veo el suelo cada vez más cerca. Un poco borroso.  Levanta las piernas. Más, más, más. Llévalas al pecho y dóblalas. Y de pronto mis converse amarillas tocan el suelo. Y comienzo a saltar. No puedo parar de moverme. La adrenalina. Sigo volando en tierra…

No hay comentarios:

Publicar un comentario