domingo, 26 de septiembre de 2010

Llamas sin cenizas

Te saboreo.
Sólo pensarte puede saciar
la sed de una noche
desierta de tu cuerpo...
Mi boca hace memoria.
Vuelvo a dormir
esa siesta contigo,
dónde lo supe:
que por fin dejaríamos
de navegar a la deriva,
por separado,
que seríamos el uno para el otro
brújula y salvavidas,
y nunca más náufragos.
Nuestra isla desierta
ahora paraíso...
Sabe bien esta noche
el instante en que divisé
que se podía arder de verdad
sin convertirse en cenizas.

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