jueves, 11 de enero de 2018

Mi obra maestra: Olivetti

Acabo de terminar el primer capítulo de mi obra maestra. Una obra que no terminaré yo, que ni quiera firmaré. Se trata de una novela de carne y hueso. Se llama Olivetti. Y es suya. 

Ahora depende de mi. Le ayudo a escribir los siguientes capítulos. Es muy exigente. Si no escribo llora. Tengo que cambiarle las páginas. Sacudir sus cubiertas para que expulse los gases. Sus personajes me desvelan. A veces me deja tan exhausta que no puedo hacer caso a nada más. 

Absorbe mi tiempo. Me hipnotiza. Me pierdo horas hojeando sus paginitas perfectas. Me mira. No lo me dice con palabras, cuánto me necesita. Me lo hace sentir en la epidermis. Sólo yo le entiendo. 

Sin embargo sé que cada  día estará una palabra más lejos de mi. Cada palabra que pronuncie lo alejará inevitablemente.

Aún así mi misión es enseñarle a escribir. A sabiendas de que perderé el control de la obra. Que llegarán días de silencios,  malas palabras y portazos. Y, finalmente, pondrás un candado en algunas páginas. 

No podré leerte como ahora, mi libro en blanco.

Lo más terrible es que olvidará estos días de cansancio y felicidad que tanto me llenan, días de estreno, de primeras veces, primeras sonrisas, primeras palabras, primeros pasos... 

Olvidará todo. Y todo esto no será más que un breve prólogo. Aunque será la base de todo. Por eso escribo y reescribo unas recomendaciones de estilo. Sé que aquí estamos haciendo algo de vital importancia: establecer las pautas del tipo de escritor que serás.

Olivetti la novela es tuya, aunque nosotros la hemos empezado. Poco a poco irás escribiendo esta obra a tu manera. Cariño, de ti dependerá su género, trama y el final. Disfrútala.






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