Imagén: Cézanne, El camino del bosque, 1870-1871.
¿Qué habrá
detrás de la curva?
Quizá un
claro y un respiro
con ciento
treinta y tres sonrisas
y un
millón de besos para tu boca.
También
habrá cuervos negros
en nuestras
ventanas
veremos
una lápida y gritaremos
en un
acantilado sin eco.
Un lago petrificado
de sueños de sal
alguna que
otra puñalada en la espalda
un nuevo
amigo, la brisa del mar
un
barranco que no podremos evitar:
te
despeñas o vuelas.
Tengo
miedo.
¿Qué habrá
detrás de la curva?
Si no aguantáramos
las sombras,
ni el frío,
ni la maleza, ni los bichos,
si no
supiéramos sortear los árboles
caídos a
diario, derribados,
por
nuestras propias manos,
las
palabras con espinas,
las
serpientes de los bares,
si no
pudiéramos soportarlo
y tropezáramos,
mucho antes de llegar,
si nos cansáramos
del roce
de
nuestros cuerpos,
me
soltarías o te soltaría,
nos
soltaríamos.
Y sería el
fin: Nuestro adiós.
¿Qué habrá
detrás de esta curva?
No lo sé,
por eso tiemblo.
Te miro y
te digo cariño,
tal vez sea
mejor parar aquí
o darnos
la vuelta. ¿No crees?
No. Mejor
parar aquí.
no podría
volver atrás: sin ti,
otra vez
si ti, perdida, en medio del bosque
devorada
por los monstruos que he creado.
No,
prefiero contigo, aquí y ahora,
a salvo, pero así, así como ahora,
por favor,
que no cambie.
Dime que será así siempre, una línea recta.
Enrédame con
los brazos, protégeme
clava las
raíces en la tierra, yo las clavo,
hasta que
seamos sólo rama y hojas.
No, me respondes:
deja ya de preguntarte
qué habrá
detrás de la curva
que
importa, da igual. Sólo anda,
camina y
no mires atrás.
Te agarro:
da otro paso, firme,
conmigo,
te sujeto, habrá risas,
muchas más
risas, te lo prometo.
Camina y
no lo pienses:
Te quiero.
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