¿Por qué algunos sentimos esa necesidad de vomitar palabras?
¿De qué estamos hechos los escritores? Nuestro cuerpo debe ser de piel onírica
y dentro debe fluir algo en la sangre que la pone en ebullición. Hay cosas atrapadas
dentro de nosotros que necesitamos liberar a través de letras. A veces nacen
cuentos, otras poemas, y otras historias simplemente se incuban y nos asedian
hasta que conseguimos arrancárnoslas. Puede que incluso llegue a salir una novela. ¿Qué
es eso que absorbemos y cómo se nos clava?
Capturamos esas puntas del iceberg quizá con las redes de
nuestros iris. La clave es nuestra mirada distinta. Vemos cosas que otros no
ven o mejor dicho, las vemos de otra forma. No sólo
miramos, sino que podemos sentir intensamente aquello que vemos. Y lo
convertimos en una astilla que tragamos y tarde o temprano arderá hasta
convertirse en cenizas de letras impresas.
Pero escribir a veces quema y salen yagas. Da un vértigo
atroz. Porque para sacar la astilla tienes que elegir millones de cosas, que
dejaran atrás otras. Miedo al folio en blanco y al proceso creativo.
Comenzamos a flotar cuando estamos creando y nos
separamos del suelo demasiado. Y da miedo liberarse del todo. Pero hace poco me
dijeron que lo que se escribe con las tripas es dónde se encuentra la
literatura sublime. ¿Por qué intentamos controlarnos? ¿Qué tememos?
Es lo mismo. Los que estamos infectados de historias, los
reos de las palabras, al final acabaremos flotando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario